A Gerardus David Story le gustaba enseñar con frecuencia sus manos marcadas, no por el paso de la edad, sino para mostrar los múltiples mordiscos que recibió con 12 años mientras cazaba ratas en los canales de Amsterdam para alimentar a los judíos escondidos en los años en los que la ciudad estaba invadida por los nazis. ¿El motivo? Aquellas marcas señalaban la irrupción de una madurez prematura que le permitió sobrevivir al horror.
Gerardus David nació en Holanda, en 1928, y vivió allí hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Pasó su infancia en la capital holandesa, donde fue compañero de clase de la célebre Ana Frank. La llegada de las tropas alemanas cambió por completo la forma de concebir su existencia. Además de aguantar como los nazis le llamaban «bastardo», por ser hijo de madre de judía, fue obligado a presenciar cómo esterilizaban a su progenitora para que no pudiese tener más hijos judíos. La pesadilla de Gerardus no terminó ahí. De los 70 miembros que integraban su familia, 68 perecieron a manos del Tercer Reich. Sólo sobrevivieron él y una prima que pasó por diversos campos de oficiales nazis y por otros de experimentación. Story aseguraba que su prima nunca llegó a recuperarse de aquella horrible experiencia.
Además de conseguir perros, gatos, ratas o gaviotas para alimentarse él mismo y a judíos escondidos, Gerardus David también tuvo que luchar por su supervivencia. En una ocasión, fue apresado por soldados alemanes que le introdujeron en un camión con destino a la frontera alemana, desde donde se enviaba a los presos a distintos campos de concentración. Gerardus logró escapar a través de una pequeña abertura en la lona del vehículo. Fue perseguido durante toda una noche por los soldados alemanes, llegando incluso a ser herido de bala en una pierna, pero logró escapar. Convertirse en adulto a los 12 años le convirtió en un superviviente nato, tal y como relata en su libro, Yo burlé al Tercer Reich, en el que relata sus experiencias en aquellos terribles años.
Concluidas las penurias de la guerra, Gerardus David comenzó a disfrutar las ventajas de una libertad real. Tras haber estado trabajando como cocinero en un barco, recaló finalmente en Estados Unidos. Allí se alistó en el Ejército, aunque carecía de la documentación necesaria para hacerlo, sin embargo su apellido, Story, confundió a los militares estadounidenses que no sospecharon que fuese holandés. Tras darse cuenta de su error, las autoridades le ofrecieron dos opciones: devolverle a su país u obtener la nacionalidad estadounidense y permanecer en el Ejército, eligiendo esto último. Ya con permiso legal de residencia en el país, Story estudió ingeniería y al concluir fue destinado a Alcoy (Alicante), donde encontraría su verdadero hogar.
Gerardus llegó en 1960 como ingeniero de radares para la construcción de la base militar de Aitana. «Él llegó a Alcoy en enero como ingeniero de radares y en abril, después de las fiestas de Moros y Cristianos, dijo: ‘de aquí no me muevo’», recordó María Luisa Fuster, la mujer con la que Gerardus se casó en 1970.
Llegó a ser uno de los miembros más queridos de la comunidad de Alcoy, hasta tal punto que se barajó la posibilidad de nombrarle hijo adoptivo de la localidad. «Alcoy era su casa. Gerardus era el mejor embajador de las fiestas de Alcoy en todo el mundo», señala su esposa.
Este «holandés errante», como le llamaba cariñosamente su mujer, falleció el pasado 18 de julio en su casa tras haber estado sufriendo Alzheimer durante doce años, olvidando completamente su pasado.
Según cuentan sus familiares, David Story tenía la manía de relatar una y otra vez sus experiencias en Holanda, no por vanidad, sino para evitar que la Historia – la suya y la de tantos otros– se convirtiese únicamente en el incómodo vagón de cola de la memoria. Y lo logró.